lunes, 21 de diciembre de 2015

La décima ola

¿Qué no habrá dicho Murguía en su obra Galicia sobre el baño de las nueve ondas que se toma en la playa de A Lanzada en la medianoche de San Juan? Lo dijo casi todo. Habló del celta Taliesín, hijo de la novena onda, de la mágica medida del espacio que usaban los irlandeses para expresar la distancia protectora que debía separarlos del enemigo (situado más allá de la novena ola), del carácter simbólico del número nueve, producto de la multiplicación de tres por tres, número este último "sagrado entre los arios", de la creencia de los cristianos irlandeses en el milagroso poder protector de la distancia espacio temporal que separa nueve ondas. Expuso todo esto, pero se dejó en el tintero a la décima ola.

La décima ola u onda decumana es una antiquísima tradición marinera, una creencia según la cual el tamaño de las olas iba aumentando progresivamente desde la primera, que rompe en la orilla, a la décima, ya en alta mar, hinchada, plena y con una enorme potencia destructora. Tras ella, con la undécima, volvería a comenzar el ciclo de las diez olas que, según se creía, regulaba el flujo del océano.

En Portugal Nossa Sehora das Areas de Aveiro protegía a los navegantes "daquella decumana onda, que soverte os navios" (Santuário mariano, P. Agostinho de Santamaria). Tal era la superstición en torno a ella que Ovidio evitaba nombrarla: "fluctus supereminet omnes, posterior nono est, undecimoque prior" = "la ola que se alza por encima de las demás, la que es posterior a la novena, y precede a la undécima". Y Sebillot tenía anotado que en la Charente algunos marinos creían que la décima ola era la que se remontaba más alto (Le folklore de France. Vol. 2: La mer et les eaux douces).

En este contexto supersticioso, que trata de evitar el tsunami de la décima onda, se entiende que el ciclo de las otras nueve, ese espacio-tiempo que las separa, es una distancia de seguridad protectora, aunque muy al límite con la novena que ya presagia el fin de un ciclo y el comienzo de otro, tal vez con ese nuevo Taliesín que confían en engendrar las bañistas de A Lanzada.

El límite espacial y protector de la novena onda en la cultura céltica no se explica sin tener en cuenta el tabú supersticioso que pesa sobre la destructiva y última décima ola que forma la tempestad decumana, la tormenta perfecta.


Bibliografía: Alberro, El paradigma céltico de las nueve olas (Anuario Brigantino, 2005). 

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