lunes, 31 de mayo de 2010

La espalda del tiempo

“Si atendemos a los términos que en akadio (asirio) designan el pasado y el futuro haremos un descubrimiento sorprendente. Para designar lo anterior, lo pretérito o pasado el akadio usa formas como pana, pan, pananu(m), pani, panu(m), panatu(m), panitu(m), todas ellas relacionadas con panum que significa “delante” o “cara”. También el término sumerio utilizado para referirse al pasado igi significa “ojo”, “cara” y “delante”. En ambos idiomas el pasado está delante de los ojos del observador, se sitúa ante él. Los términos para designar el futuro hacen referencia a la parte de atrás (espalda), al lado contrario, al revés: en asirio (w)arka, (w)arkanu(m), (w)arki, (w)arku(m), (w)arkitu(m), (w)arkatu(m), y en sumerio, eger, murgu, bar. El pasado era algo que encaraban y el futuro algo que se situaba tras ellos. En el mundo occidental actual la convención es justamente al revés, a nadie se le podrá convencer de que el futuro no se abre ante él y de que el pasado no se encuentra tras él. Mientras que cuando nosotros avanzamos por la línea del tiempo nos dirigimos al futuro, ellos se dirigían al pasado” (Walking backwards into the future, Stefan M. Maul).

Aunque la síntesis de Maul es correcta, sus conclusiones, así como el título del artículo “Caminando hacia atrás al futuro”, son simplistas. Lo que se sitúa ante los ojos del observador sumerio o akadio no es exactamente el pasado como lo entendemos en la actualidad, es la meta o el destino del largo viaje hacia el Dilmun o paraíso, la tierra prometida, o bien, desde un punto de vista desprovisto de connotaciones religiosas, hacia el fin que nos espera a todos, que es el morir o la mar, como decía el poeta. En esta concepción de la línea de tiempo no existe un pasado como tal, sino viajeros que van hacia un punto, unos han salido antes que nosotros, como guías que abren el camino, son nuestros antepasados, son “los que van delante” o “los que fueron primero”, (h)alik pani (1) en akadio, término que unas veces designa al que encabeza las tropas y otras al ancestro. A esa meta final se encamina toda la humanidad, los que salieron primero, los que estamos aquí y los que vengan detrás de nosotros (futuros descendientes).

Espalda o cola y cara o frente, como los de un pelotón de ciclistas. Son dos términos que juegan un destacado papel en el enigmático encuentro de Moisés con Dios. Ambos se encuentran cara a cara (panim el panim, en hebreo, praesens praesentis en la versión latina de la Septuaginta), un poco más adelante Dios responde a una solicitud de Moisés diciéndole que no puede mostrarle la cara (panim), porque nadie que la haya visto está vivo, pero que le mostrará la espalda (ahor). Lo que resulta un comportamiento un tanto absurdo que ha dado lugar a todo tipo de especulaciones. En hebreo panim y ahor tienen como deícticos no sólo valores espaciales, también temporales, los mismos que en sumerio y acadio, de hecho, además el panim hebreo proviene del panum akadio. Así que la lectura del texto puede hacerse de la siguiente forma, el encuentro sucede en un momento temporal calificado de praesens (que en latín es “lo que está inmediatamente delante”, de praesum), Dios no puede mostrarle la meta o el final del camino, porque nadie que la haya visto está vivo (los que han salido antes y han llegado a verla están muertos, como es bien sabido), sólo puede mostrarle las cosas que están por venir o que vendrán detrás (y que también se encaminan hacia ese mismo destino). Distinguiendo de modo muy preciso futuro y destino, como extremos opuestos de la flecha del tiempo.

Otro caso bíblico que puede clarificarse con la acepción temporal de frente y cola es el del rollo de Ezequiel, que estaba escrito "panim we’ahor", porque contenía todo lo que existirá (ahor) y lo que sucederá al final (panim). Algunas costumbres, como la de distinguir a determinados huéspedes permitiéndoles comer “ina pani sarri” nos resultan ambiguas, pues no sabemos si se les concedía el honor de comer delante del rey (valor espacial), o comenzar a comer primero, antes que él (valor temporal). Por otro lado..., lo que traducimos libremente por “los decretos del dios” (2) en realidad son las palabras del que fue delante, del antepasado: "ina pi alik pani "(en la boca del que fue delante).

Así pues, el tiempo fluye desde el futuro y se dirige a un punto final; noción que compartió San Agustín. “¿Pero de dónde viene el tiempo? Sólo puede venir del futuro, pasar por el presente y dirigirse al pretérito (de praetereo, ir más adelante). Por tanto, viene de una situación que todavía no existe, pasa por una situación que no tiene duración, y se dirige a un punto que ha cesado de existir”. Pero también podríamos defender lo contrario, que el tiempo fluye desde el pasado hacia el futuro, la más sorprendente e increíble hipótesis física actual, que nos obliga a suponer que es el pasado el que se convierte en presente, que los que fueron delante vuelven a la vida... ;)

Quedan más vestigios lingüísticos de que el pasado se situaba temporalmente delante del observador, además de los términos mencionados para referirse al pasado como panim (cara) y praetereo (ir delante), tenemos el equivalente gótico del inglés yesterday (ayer), gistra-dagis, que algunos autores lo traducen por "mañana" pero que en realidad era "el día siguiente", "el de delante", es decir, "ayer" (3). Gistran comparte etimología con el latín hesternus (ayer), que también se situaba delante: hay una bonita metáfora de la vida, que es como una nube y que corre hacia adelante, al pasado, a ayer: et tamquam dies transiens hesternus (tamquam dies hesterna quae praeterit, según La Vulgata).

En la lengua aimara (Bolivia, Perú y Chile) el pasado todavía se sitúa delante, y el futuro detrás; para designarlos utilizan mayra (frente, ojo, vista), y q'ipa (detrás, espalda). La explicación que ofrecen los hablantes de esta particularidad es que el futuro no se ve, no está ante la vista, y el pasado sí.

En inglés el deíctico before conserva el sentido original de "delante" en situaciones espaciales, mientras que para las temporales su sentido se ha invertido, cuando el pasado comenzó a imaginarse detrás. Lo mismo que el español ante(s) y anterior, con dos significados opuestos según se usen en situaciones temporales o espaciales.

(1) Assyrian dictionary, Edmund Norris
(2) Human destinity in Emar, Antoon Schoors
(3) The indo-european languages, Anna Giacalone

jueves, 13 de mayo de 2010

O Ivedo

Como uno de mis cinco lectores se queja de que no publico sobre toponimia o que el blog ha dado un bajón intelectual (yo sin embargo no veo por qué unos artículos sobre purpurinas, encajes, momias y genitales desmerecen), aquí va algo para ir haciendo boca toponímica, que no se diga.

O Ivedo (Castro Caldelas, Ourense) aparece así en el Nomenclator de la Xunta de Galicia, con la ya clásica separación de la o etimológica reinterpretada como artículo. En la base de datos del CODOLGA el topónimo aparece todo junto:
"forum in Oyuedo" 1259

Y si retrocedemos más en el tiempo comprobamos que en origen era un fitotopónimo, Oliuedo (1157). Como por otra parte ya había sugerido el profesor JJ Moralejo aunque sin detenerse a verificarlo.

Olivetum > Olivedo > Oivedo --> O Ivedo, a corregir.

Los neandertales la tenían pequeña

El análisis prácticamente completo del genoma nuclear neandertal y su comparación con el de humanos actuales revela que hemos heredado de ellos entre un 1 y un 4% de su material genético (S Pääbo y otros: A Draft Sequence of Neandertal Genome, Science, 7 de mayo de 2010.) Aún así nos resistimos a ser un poco neandertales quitándole importancia a esa cantidad porque la imagen que tenemos de ellos nos sigue resultando muy tosca y primitiva, tras décadas de negarle capacidad técnica, artística o comunicativa a nuestro ancestro. Nosotros somos mejores.

Basten las magníficas ilustraciones de Arturo Asensio para El Mundo para darnos cuenta de dónde radica la mayor perfección evolutiva del hombre (varón) moderno; no se encuentra, en contra de lo que podría pensarse, en su mayor capacidad craneal, que es considerablemente menor respecto a la del sufrido neandertal aunque supuestamente tengamos más circunvoluciones cerebrales que él. No. Se encuentra en... la entrepierna.

Del subconsciente artístico del autor aflora la clave que aclara el enigma, el salto evolutivo de trascendentales consecuencias en la historia del género Homo. Lo importante es el tamaño.

A la vista de semejante desventaja no cabe preguntarse por los motivos de la extinción de los neandertales, que era otro de los enigmas que periodicamente se debatían. ¿Inferioridad tecnológica, grupos exiguos, alteraciones ambientales de su hábitat? Nada de eso. Se extinguieron porque la tenían pequeña.

(C) Arturo Asensio, para El Mundo, suplemento Eureka, nº 12, 9 de mayo